En la búsqueda del siempre
Desde que recuerdo, cuando algún maestro indicaba el ejercicio de “redacta tu vida de hoy a 10 años” solía visualizar mi vida solamente en el aspecto profesional y personal.
Me inconformaba algo que hasta hace unos meses logré descifrar: siempre fui capaz de visualizarme con un par de sustanciosos éxitos en el bolsillo y un lugar físico del que aún conservo dibujos.
Lo que nunca me pareció es que no encontraba a nadie a mi lado, y que al llegar de un largo día me sorprendía encendiendo la chimenea y descorchando una botella de tinto tan solitaria como un pez beta.
Hace unos meses visité a mi mamá y su reciente adquisición amorosa: ambos personas exitosas profesionalmente hablando, que a sus 45 años se encontraron y decidieron construir un futuro. He aquí el punto de partida, un futuro en común.
Regresar a la ciudad después de esa visita a mi mamá hace unos meses me hizo comprender mi vida de otra forma: algo semejante a una línea recta ininterrumpida, en la que cada segundo enlazaba al siguiente y lleva una carrera prácticamente en cuenta regresiva. Al momento de pensar en los componentes que deseo para mi vida encontré que en mi visualización faltaban algunas partes, pues había pensado en la casa, el negocio y el desarrollo profesional, pero jamás contemplé el lado familiar que hasta hace poco resumí que necesito conmigo.
Al día de hoy llevo la encomienda de construir mi vida en base a elementos particulares; quiero la vida rosa, con sus sacrificios y sus recompensas. La vida que promete peleas nocturnas por el control remoto y desayunos apresurados seguidos de un beso de despedida por la mañana y un reencuentro de ensueño por las tardes. La vida que incluye sacrificar muchas horas de fiesta a cambio de una vida de pareja con todas sus virtudes, defectos, filias y fobias.
Por que vivo con la esperanza de encontrar a una mujer que me quiera, me cuide y me atienda.